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Variación lingüística

En el modelo de Principios y Parámetros, la gramática universal se concibe como un conjunto de principios universales y de parámetros que limitan la posibilidad de variación entre lenguas. Así, por ejemplo, un principio universal es que toda cláusula tiene sujeto (principio de PE), principio que se encuentra regulado por el parámetro del sujeto nulo, que brinda dos opciones de variación: o bien el sujeto debe estar expresado fonológicamente o bien puede no estarlo. De este modo, las lenguas “con sujeto obligatorio”, como el inglés o el francés, responden a la primera posibilidad, mientras que las lenguas con sujeto nulo o tácito, como el español o el italiano, responden a la segunda.

A lo largo de las décadas del 80 y del 90, entonces, las investigaciones dentro del modelo de Principios y Parámetros intentaron determinar las posibilidades de variación lingüística, retomando y dando un nuevo enfoque a los estudios contrastivos más clásicos. Así, por ejemplo, las visiones de lingüística comparativa más clásica (como los universales de Greenberg, 1963) se formalizaron a partir de la noción de parámetro. Un ejemplo es el Parámetro del núcleo, que determina la posición del núcleo con respecto a sus complementos. Greenberg observaba que, si una lengua tiene orden V – O (como el español), siempre tiene preposiciones, y, si el orden es O – V, tendrá posposiciones (como el japonés). Ello puede expresarse diciendo que en español el núcleo siempre precede a sus complementos: en términos formales, SX → X YP, es decir que todo sintagma SX se reescribe como un núcleo (X°) seguido por su complemento, YP (donde X° puede ser indistintamente Verbo o Preposición). En japonés, en cambio, el núcleo se ubica después de los complementos (SX → YP X). Los dos valores del parámetro permiten captar en un solo movimiento la correlación entre fenómenos aparentemente distintos.

Otras posibilidades de variación lingüística parecen asociadas a que cierto fenómeno sea o no fonológicamente visible. Así, por ejemplo, todas las lenguas indoeuropeas tienen movimiento en el caso de las preguntas (no decimos, en condiciones normales, ¿Juan preguntó qué? sino ¿Qué preguntó Juan?). Por el contrario, en algunas lenguas asiáticas como el chino, no existe movimiento del pronombre interrogativo, sino que este tiene que aparecer in situ, como un equivalente a ¿Juan preguntó qué? Lo interesante es que, pese a esta diferencia superficial, en chino se aplican las mismas restricciones gramaticales sobre las preguntas que hemos observado anteriormente (ver El modelo de Principios y Parámetros). Así como #¿Cuándoi dijo Juan que Pedro le contó que vino María hi? es imposible con la interpretación sugerida por los índices, también lo es su equivalente en chino (¿Juan dijo que Pedro le contó que vino María cuándoi?), pese a la ausencia de movimiento visible. Charles Huang, el investigador que advirtió esas analogías en 1982, sugiere que la diferencia estaría dada por el momento de la derivación en que se produce el movimiento: en el caso del español, se produciría en la sintaxis (y por ello es visible), mientras que en el del chino se produciría en la Forma Lógica, sin consecuencias fonológicas (ver El modelo de Principios y Parámetros).

Un fenómeno particular es el de las llamadas lenguas polisintéticas, que presentan el curioso fenómeno de la incorporación nominal. Así, una secuencia como rompí la madera se puede expresar en mapuche como una secuencia equivalente V – Objeto o bien como una única palabra, con el objeto incorporado, como en wachro-mamüllü-n, que se traduciría literalmente como romp-madera-í. Las lenguas que tienen incorporación a menudo presentan también muchos otros fenómenos gramaticales peculiares: por ejemplo, un orden totalmente libre de palabras en la oración; morfemas de concordancia en el verbo con los distintos argumentos de la oración (no sólo con el sujeto, como en español); morfología verbal muy rica en tiempo, aspecto y modo; distintos afijos que permiten modificar el significado del verbo, etcétera. Mark Baker (1996) propone que todos esos fenómenos aparentemente distintos están asociados a un único “macro-parámetro”: el parámetro de la polisíntesis, introduciendo así una nueva discusión acerca de la naturaleza de la variación lingüística.

A mediados de los 80, y con mayor fuerza a partir del programa minimalista, se empieza a insistir en la importancia del rol jugado por las categorías funcionales en la variación lingüística. De este modo, se acepta actualmente que la variación no puede explicarse en términos de parámetros abstractos, sino como resultado de las propiedades particulares de las categorías funcionales de la lengua (en el ámbito verbal el Tiempo y otras categorías flexivas, como Aspecto; en el nominal, el Determinante y también Número; en el oracional, las diversas proyecciones en que se divide el Complementante).

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