La pragmática es un campo vasto, que atraviesa distintas disciplinas, y cuyo estatuto y alcance en la lingüística sigue estando en debate; algunos autores como Jef Verschueren (1995) opinan que más que un componente de una teoría lingüística, se trata más bien de una perspectiva sobre el lenguaje; por otro lado, cabe aclarar que la pragmática es definida de manera bastante más estrecha en los países angloparlantes que en el continente europeo.
En cuanto a sus orígenes, es importante destacar que la pragmática se consideraba una parte de una tríada, en el marco de una teoría de los signos (semiótica): en efecto, para el filósofo norteamericano, Charles Morris (1994 [1938]), la pragmática es el estudio de los signos (y sistemas de signos) en relación con sus usuarios; mientras que la semántica es el estudio de los signos en relación con sus designata (aquello a lo que refieren), y la sintaxis concierne al estudio de las relaciones entre los signos.
La pragmática se originó en distintas tradiciones pero fundamentalmente en la Filosofía, disciplina que indudablemente le proveyó las ideas más fértiles. Siguiendo la línea del programa de Wittgenstein, que vinculó decididamente el significado con el uso, la filosofía del lenguaje produjo las dos teorías principales que subyacen a la pragmática actual, pero que, de una manera u otra, siguen siendo discutidas, a partir de la necesidad surgida en el seno de la disciplina de investigar el lenguaje en contextos naturales –en el “discurso situado”-:
Ambas teorías hicieron posible la consolidación del campo de la pragmática lingüística, consolidación que se ve reflejada en dos volúmenes clásicos: el libro publicado por Bar-Hillel, Pragmática de las lenguas naturales (1971), y el de Davidson & Harman, Semántica de las lenguas naturales (1972). En estos libros fundacionales dominan las contribuciones de filósofos pero es marcada la presencia de varios lingüistas, como Charles Fillmore, Geoffrey Lakoff, John Ross y John McCawley, vinculados en distinto grado con el movimiento de la semántica generativa, disidente de la gramática generativa.
La pragmática es un territorio muy amplio para la lingüística, como veremos más adelante, aunque en los primeros años de su inclusión en la disciplina se limitó al significado del hablante –los actos ilocutivos directos e indirectos, a las expresiones deícticas (yo, vos, aquí, ahí, ahora, etc.), objeto del clásico trabajo de Charles Fillmore (1997 [1975])–, y a explicar la recuperación de información implícita por el hablante.
Así, para los semánticos generativos, la semántica es el nivel más profundo de la sintaxis y por lo tanto forma parte del corazón de la gramática: esto los llevó a incluir aspectos pragmáticos en la semántica y por extensión en la sintaxis. La hipótesis performativa, desarrollada por Ross (1970), que intenta incluir la pragmática en la descripción gramatical, ubica la fuerza ilocutiva –el componente pragmático- en la sintaxis profunda: postula que en la sintaxis profunda o en la estructura semántica de toda oración existe una cláusula (que la domina), en la cual el sujeto representa al hablante, el verbo es un performativo y el objeto indirecto señala al oyente; el objeto directo corresponde a la oración misma, tal cual se manifiesta en la escritura o en la oralidad (así, una oración como “el trabajo está entregado” en realidad corresponde a “yo te digo que el trabajo está entregado”; a “¿Cuándo nos vamos” subyace la oración completa “yo te pregunto cuándo nos vamos”, etc.).
La forma de la oración superficial se explica mediante la aplicación de una regla de transformación que borra la cláusula performativa; sin embargo, es clara la debilidad descriptiva de tal posición, por ejemplo, en casos de oraciones con performativos explícitos. Está hipótesis fue rebatida por distintos estudiosos, entre ellos John Searle, cuya empresa había sido justamente la contraria: incorporar la semántica en la pragmática. Así se distinguen dos posiciones opuestas: el “pragmatismo” (que pretende incorporar la pragmática en la semántica, y, por ende, en la sintaxis), y el “semanticismo” (la posición de Searle).
Ambas posiciones –por distintas razones- niegan que pueda haber una división del trabajo entre semántica y pragmática; la tercera posición llamada “complementarismo”, dominante luego del declive de la semántica generativa, sostiene que tal división del trabajo es necesaria y considera que semántica y pragmática son dominios de investigación distinguibles pero estrechamente relacionados.