El avance de la tecnología y los conocimientos ha generado áreas de competencia que escapan a las definiciones y límites de las disciplinas clásicas, ya que requieren conocimientos y habilidades en disciplinas tan diversas como las ciencias y el arte. Los nuevos desarrollos tecnológicos exigen conocimientos de ingeniería, física, química y computación, entre otros. Por ejemplo, en el desarrollo de secuenciadores de ADN han participado no sólo ingenieros sino también expertos en temas diversos como secuencias de nucleótidos, matrices de geles, compuestos fluorescentes, propiedades de polimerasas y de sustratos, etcétera. Esto nos lleva a replantear la manera de formar a las futuras generaciones de profesionales y a pensar en diseñar programas interdisciplinarios que satisfagan las nuevas necesidades.