Desde la década de los ´90, la palabra cibernética se utiliza, en primer lugar, asociada al uso de la tecnología informática y, posteriormente, al uso de las redes de comunicación. Sin embargo, en este uso más masivo, el propio término se ve mutilado apareciendo nuevas uniones tales como ciberespacio , cibercultura, cibercafé, etc.
La cibercultura hace referencia a todos los cambios que se están generando en el mundo como consecuencia de la utilización de la informática como medio de información y comunicación. La cibercultura tiene la peculiaridad de estar desprovista de centro, de líneas directrices, de entidades ligadas a un tiempo y un espacio. En este sentido, como dice P. Virilio (1997), no se habla de cibercultura por casualidad, ya que las autopistas de la información están unidas a un fenómeno de feedback, de retroacción constante, la interactividad marca el aspecto fundamental del sistema social actual.
Ahora bien, la cibernética que fundamenta el funcionamiento de la red no se basa únicamente en modelos de circularidad tal y como señala Virilio, sino que el modelo del ciberespacio se aproxima mucho más al modelo de complejidad elaborado por la cibernética de segundo orden. Por ello, la mirada cibernética nos proporciona una descripción de los sistemas virtuales que se están generando en la sociedad actual.
La cibercultura, el ciberespacio está fundamentado en los siguientes aspectos:
Con el desarrollo de las redes de comunicación, especialmente de internet, que crece día a día de forma exponencial, se dibuja una sociedad con una visión circular del mundo que se autoenlaza y se autorreproduce. Si un sistema puede ser visto en forma circular, estamos ante un sistema en que es muy difícil diferenciar sus formas y sus límites. Desde el punto de vista cibernético, podemos considerar a la sociedad como un sistema orgánico viviente basado en la comunicación y la información que se generan y se introducen según su funcionalidad. No hay mensajes fuera de contexto, separados de una comunidad activa. Todos los mensajes forman parte de una comunidad activa, están llenos de vida y mueren cuando dejan de tener sentido dentro del contexto en que han sido generados.
En definitiva, “esta concepción permite tratar las redes como circulaciones sin comienzo ni fin, en la medida en que sus ‘empalmes’ son múltiples, y sus encaminamientos, complejos. Se la recogerá bajo la forma de una visión circular del mundo y sus envolturas sucesivas; visión de un interior orgánico que se autoenlaza para una reproducción asimismo ‘auto’” (Sfez,1995). No sólo es un sistema abierto sino que es muy difícil diferenciar su forma y sus límites. El orden y el desorden se generan a través de la interacción y la participación activa de los usuarios, que son a la vez productores y consumidores del propio sistema. No hay un centro, y por consiguiente, el sistema está constituido por redes de redes. De hecho, tal y como afirma Lèvy (1998), el espacio no es desorden sino expresión de la diversidad de lo humano.
Según Lèvy (1998), la cibercultura es el universal sin totalidad. El ciberespacio no genera una cultura de lo universal porque está en todas partes, sino porque su forma o su idea implican un derecho para el conjunto de los seres humanos. Dice un anuncio de una empresa de telecomunicaciones “la comunicación es un derecho, no un privilegio”. Esta empresa ha captado perfectamente el sentido de lo universal sin totalidad.
Estar conectado representa estar en el mundo, formar parte del sistema, ser creador de nuevos sistemas. La conectividad es condición necesaria para la comunicación a través de la red.