En los inicios de la escuela media, en 1863, la enseñanza de la lengua nacional está separada de la enseñanza de la literatura.
¿Por qué se funden en una sola materia, a principios del siglo XX, para los primeros tres años del colegio secundario?
Existe durante esos años en la clase dirigente argentina una preocupación por la inmigración europea que “contamina” el idioma nacional. Por ello, si bien en las últimas décadas del siglo XIX existen polémicas acerca de si enseñar o no enseñar lengua, en la medida en que la inmigración llega de Europa se terminan las discusiones: nacionalizar a las masas inmigrantes es una preocupación básica de las clases gobernantes durante las primeras décadas del siglo XX.
En tanto, el interés por enseñar un español descontaminado de la oralidad o de giros gauchescos obliga a que los programas de literatura empiecen a vincularse con los de lengua; dejarán de lado la literatura gauchesca argentina y apelarán a la española como un modo de contrarrestar su “mala” influencia sobre el lenguaje escolar. Así, el incipiente interés por la literatura nacional que tuvo la escuela se ve limitado por esa inquietud. En este sentido, la literatura de la generación del 80, junto con la española, funciona como modelo. Nombres como Miguel Cané, Eduardo Wilde o Rafael Obligado, que escriben gauchesca pero en “lengua culta”, son los que figuran como literatura potable para incluir en la escuela y son, incluso, quienes intervienen en el campo de la educación a la hora de diseñar nuevas políticas. Así, se establece un acuerdo entre estos escritores y los didactas de la literatura, como Oyuela y Quesada, sobre qué lengua y qué literatura deben ingresar en las aulas: la enseñanza de la lengua tiene aspectos normativos, así como la enseñanza de la literatura tiene aspectos preceptivos. Y en el caso de aquellos que investigan y reflexionan sobre la gramática, como Amado Alonso, si bien “distingue entre lengua escrita y oral, los testimonios a los que acude como modelos del hablar culto son en su mayoría sólo conocidos a través de la lengua escrita”1.
A esta necesidad político-educativa se suma una razón pedagógica. Leopoldo Lugones escribe en 1910 una Didáctica donde se preocupa por temas tan diversos como los materiales didácticos, la edificación escolar, los docentes y directivos, los planes de estudio, las materias escolares, etcétera. Allí, en el segmento dedicado a la enseñanza del idioma, vincula la lectura de la literatura a una forma práctica del estudio de la lengua, en particular en el ciclo secundario del sistema escolar.
Finalmente, la propuesta de enseñanza de la lengua está atada a la enseñanza de la gramática tradicional encarnada en las gramáticas clásicas de la lengua española, como las de Andrés Bello o Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, escritas especialmente para la escuela.
1Romero, José Luis y Romero, Luis Alberto, Buenos Aires, Historia de cuatro siglos, Buenos Aires, Altamira, 2000, p. 370.