Estas nuevas concepciones de la historia plantearon un problema que no era nuevo pero que usualmente había sido poco atendido por los historiadores: la escala de observación para abordar un estudio significativo de los fenómenos sociales. La historia estructural empleaba una escala ampliada, de allí la denominación macrosocial; las objeciones epistemológicas de las que fue objeto mostraron las ventajas derivadas del uso de una escala reducida –micro– a fin de indagar las relaciones sociales concretas.
La microhistoria concibe el mundo social no como una estructura social de escala global, como por ejemplo el capitalismo, sino como un conjunto complejo de relaciones cambiantes dentro de contextos múltiples en permanente readaptación. Sin ignorar la existencia de un sistema capitalista, explora las racionalidades y las estrategias que ponen en marcha las comunidades, las parentelas, las familias, los individuos, dado que estima que la observación microscópica es capaz de revelar dimensiones no perceptibles desde generalizaciones inductivas. Para explicar este principio a través de un ejemplo, los cultores de la microhistoria reconocerían que los habitantes de una comunidad del mediooeste norteamericano y de un arrabal de París forman parte del mundo capitalista. Pero también dirían que ese hecho dice poco sobre ambos casos que son, evidentemente, muy diferentes. Por ello, la única manera de conocer efectivamente ambos casos es la atención particular y específica.
La propuesta microhistórica constituyó un éxito editorial; a partir de 1980 y por espacio de una década comenzó a aparecer en Italia la colección Microhistoria, editada por Einaudi y dirigida por G. Levi y C. Ginzburg; en ella se aplicaba esta perspectiva a la historia económica, social y cultural, lo cual es una muestra de la heterogeneidad de la producción y de las direcciones diversas en que se aplicó esta práctica historiográfica.
En 1996 el historiador francés Jacques Revel compiló un conjunto de artículos bajo título Jeux d’échelles. La mycroanalyse à l’expérience (Juegos de escala. El microanálisis de la experiencia); el texto reflejaba el trabajo colectivo desarrollado en la Escuela Práctica de Altos Estudios (EHESS) que reunió a antropólogos e historiadores franceses e italianos a comienzos de la década del 90, todos ellos interesados en la temática de la escala. En el prólogo a los textos que componen la compilación, Revel distinguía dos posicionamientos en la relación a los enfoques micro y macroanalíticos. Uno, representado por las posturas de Simona Cerutti y Maurizio Gribaudi, propone la superioridad de la dimensión micro sobre la macro, en tanto que la primera engendra a la segunda. El otro, adoptado por investigadores como Marc Abélès, A. Bensa, Bernard Lepetit y la suya propia, que si bien reconoce la productividad de la reducción de escala, no privilegia una escala sobre la otra y propone un juego o variación entre las dimensiones macro y micro.
Recientemente en la Argentina apareció la compilación de B. Bragoni Microanálisis. Ensayos de historiografía argentina, en la que se incluyen trabajos en los que se aplica el microanálisis a diversas problemáticas. En tal sentido, la reconsideración de la escala ha posibilitado la apertura de campos como la historia de empresas y del consumo, temática que articula la historia económica con la social y la cultural, tal como se verifica en el artículo de María I. Barbero y Fernando Rocchi, “Cultura, sociedad ,economía y nuevos sujetos de la historia: empresas y consumidores”.
A pesar de la gran expansión del microanálisis, no por ello debe suponerse que la escala ampliada haya desaparecido de los estudios históricos, tal como puede apreciarse en la vitalidad con que cuenta la sociología histórica. Ella puede definirse como una tradición en investigación sobre la naturaleza y efectos de estructuras a gran escala y de procesos de cambio a largo plazo.
Desde el trabajo pionero de Imanuel Wallerstein, The Modern World-System (El moderno sistema mundial) de 1974, la disciplina continuó consolidándose gracias a los aportes de Theda Skocpol y Charles Tilly, cuyo texto Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes (1991) constituye toda una toma de postura. No se trata de una historia social ni de una mera sociología sino de un espacio de integración entre historia y sociología, que emplea el método comparativo y el análisis macro causal. Actualmente la sociología histórica se practica en el Fernand Braudel Center de la State University of New York (Binghamton), fundado en 1976 y dirigido por Immanuel Wallerstein para el estudio de economías, de sistemas históricos y de civilizaciones. El Centro desarrolla una intensa actividad de investigación plasmada en numerosas publicaciones.
En nuestro país, la sociología histórica ha puesto de manifiesto su productividad en los estudios sobre historia latinoamericana y cuenta con anclaje institucional en el Área de Sociología Histórica del Instituto de Investigaciones Gino Germani, de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).