Los temas ambientales ocupan un lugar destacado en la geografía actual. En parte, esto se debe a la centralidad que los mismos han adquirido en las últimas décadas en prácticamente todas las sociedades, muy vinculada con la diversidad y envergadura de lo que se considera como problemáticas ambientales. En parte también porque la relación entre los hombres y el medio, con la que estos temas podrían ser emparentados, tuvo este mismo destaque también en la mayor parte de las perspectivas de la geografía en el pasado.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de ambiente y de problemáticas ambientales? Sin dudas, hay frente a esta pregunta un amplio conjunto de respuestas, que no pueden abordarse en su totalidad aquí (véase, al respecto, Reboratti, 1999). Sin embargo, sí pueden presentarse dos posturas que resultan centrales para entender el tema. Por una parte, aquella proveniente de las ciencias naturales, específicamente de la ecología, que asimila el concepto de ambiente al de ecosistema; desde esta perspectiva, los seres humanos se incorporan al mismo como una especie más, en interacción con las restantes y con las condiciones del medio. Las problemáticas ambientales, aquí, se relacionan con los fenómenos que provocan la ruptura del equilibrio del ecosistema, y que pueden desembocar en su degradación o incluso en su desaparición; las soluciones tienen que ver con propuestas de manejo más adecuado, de exclusión de uso, o de mitigación de consecuencias negativas.
Por otra parte, la definición de ambiente remite a las condiciones en que los seres humanos, organizados socialmente, se relacionan con la naturaleza con el fin de asegurar su sobrevivencia. Esta definición muy general puede adscribirse al dominio de las ciencias sociales. Desde esta perspectiva, las problemáticas ambientales son:
...una cuestión de carácter eminentemente social. La problemática ambiental surge de la manera en que una sociedad se vincula con la naturaleza para construir su hábitat y generar su proceso productivo y reproductivo. Es decir que está directamente e indirectamente vinculada al modelo de desarrollo presente en un determinado tiempo y espacio. (Galafassi, 2002: 21)
Desde esta última perspectiva, queda instalado el carácter social y cultural del concepto de ambiente. Diversos autores han abordado esta cuestión a partir de considerar el proceso de conformación de las sociedades humanas (yendo en algunos casos más allá hasta incluir la evolución de la especie humana) como un proceso de permanente articulación con los elementos naturales. Así por ejemplo, Moraes y da Costa (1987) señalan que los seres humanos se definen por su capacidad de trabajar para extraer de la naturaleza aquellos elementos que les son necesarios, utilizando en muchos casos algunos de estos elementos como instrumentos para llevar a cabo esta tarea (lo que da lugar al surgimiento de la técnica); la especialización y la diferenciación de roles en esta tarea (en el trabajo) sería una de las bases de la diferenciación social. A medida que las sociedades se hacen más complejas, la mediación técnica (incluidos los conocimientos acumulados) y la diferenciación social se hacen crecientes, lo que dará lugar a la conformación de sociedades humanas como las que conocemos. A su vez, esta labor sobre la naturaleza la modifica, alterando su equilibrio original; parte de estas modificaciones tendrán valor para generaciones futuras (por ejemplo la modificación de ciertas especies o la alteración de un curso de agua), las que se apropiarán de estas transformaciones para sus objetivos. Este proceso, que el autor denomina proceso de valorización espacial, sería un rasgo constitutivo de la humanidad, aunque las formas en que se lleva a cabo en cada momento y lugar sean muy variables.
Vinculado a lo anterior, uno de estos autores planteará en otra de sus obras que la cuestión ambiental no remite a la relación entre sociedad y naturaleza, sino que en rigor es una relación social, entre los hombres, mediada por la naturaleza (Moraes, 1994). La idea misma de recursos naturales se engarza perfectamente en esta definición, en la medida en que por ellos deben entenderse no los elementos naturales en sí, que están presentes en el orden natural (formando parte de él), sino el proceso social que consiste en recurrir a ellos para satisfacer las necesidades de cada grupo en cada momento y lugar concretos. Es esto lo que permite comprender el hecho de que los elementos naturales pasen a ser –o dejen de ser– recursos aprovechables según las necesidades, intenciones o capacidad de las distintas sociedades, en distintos momentos y lugares. Incluso las estimaciones de sus existencias (como sucede con el petróleo) están tan condicionadas por el nivel de conocimientos, la tecnología disponibles o la relación con los precios y los costos, que queda muy en claro que dichas estimaciones están lejos de ser “datos de la naturaleza”.