Aportes para la enseñanza en el Nivel Medio - Geografía
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Introducción

Hemos expuesto en el módulo anterior que, en las últimas décadas, la geografía ha visto un incremento del interés y la necesidad de fundamentar teóricamente su labor y su producción; el contacto con las grandes líneas de pensamiento social, por ejemplo, se encuentra vinculado con esto. También se ha visto un creciente interés por la búsqueda de marcos teóricos y conceptuales que sean específicos de la disciplina, tratando de ir más allá de la mera incorporación de la producción de otras disciplinas del campo social. Y al mismo tiempo –y en parte también como herencia de las tendencias radicales– se ha ido poniendo un énfasis creciente en la construcción de un conocimiento geográfico que contribuya a la comprensión –y posible solución– de los problemas que son considerados importantes para la sociedad (Ortega Valcárcel, 2004), sin que esto lleve a desconocer que la definición de estos problemas y de sus posibles soluciones no son ni lineales ni compartidos por todos.

Lo anterior remite a la necesidad de revisar una noción que, a lo largo del tiempo, ha ocupado un lugar central en la disciplina, la de espacio. En las últimas décadas se han producido en torno a ella intensos debates y, entendemos, avances conceptuales significativos en función de dar fundamentos teóricos más claros a la geografía como ciencia social. Edward Soja (1993) ha señalado con claridad que la tradición de estudios sociales ha descuidado la consideración del espacio, centrando su interés en el tiempo; según el autor, los grandes marcos interpretativos de lo social han sido capaces de abordar los procesos de forma clara y significativa, con lo cual la dimensión temporal que está implicada en lo social ha sido ampliamente considerada. Pero no ha sucedido lo mismo con el espacio, cuyo rol en estos procesos ha quedado en la oscuridad, lo que desembocó en su no consideración o incluso en su ocultamiento. Reconociendo que esta situación ha comenzado a revertirse, considera asimismo que esto es fuente de enriquecimiento tanto para la teoría social como para la geografía.

Tradicionalmente, la teoría social habría dejado en manos de la geografía la consideración del espacio, razón que lleva a indagar acerca de qué se ha entendido por tal en nuestra disciplina. La geografía tradicional ha considerado al espacio fundamentalmente como un absoluto, como algo que existe en sí al margen tanto de sus contenidos como de su percepción. Esta concepción de espacio absoluto, que según Ortega Valcárcel “...es una operación intelectual, exclusivamente intelectual” (2004:32) proviene del pensamiento clásico griego y ha imbuido el conocimiento y la ciencia moderna. Se trata de un espacio geométrico, lo que ha permitido establecer sobre el mismo un sistema de coordenadas que posibilita la ubicación de distintos puntos y la distancia entre ellos. La idea de espacio contenedor también está vinculada con esta perspectiva: el espacio es el ámbito donde las cosas están, y por lo tanto permite captarlas y realizar distintas operaciones intelectuales relativas a ellas (describirlas, compararlas, representarlas). Hacer esto ha sido visto como el estudio del espacio.

La geografía tradicional asumió esta noción de espacio como un dato de la realidad, como algo dado, no sujeto a indagación ni cuestionamiento en sí mismo. A él se refieren los autores clásicos cuando hablan de “la Tierra” o la “superficie terrestre”, y al tratamiento de sus características dedican sus esfuerzos. Como contenedor, este espacio está cargado de objetos, sean naturales o producto de la actividad humana, que deben ser descriptos no en sí mismos sino en su desigual distribución, en su presencia/ausencia en los distintos puntos (¿lugares?, ¿sitios?) del espacio, que pueden ser individualizados por un nombre y por su ubicación según la grilla de coordenadas (posición). Dicha distribución también puede ser explicada si se logra establecer, como indicaba Ritter, las relaciones causales entre los objetos y cualidades. Como escenario (palco, soporte) el espacio es considerado como el ámbito donde los hechos suceden entre las cosas que están en él, ya se trate de hechos del orden natural o del orden humano (distinción que, cabe advertir, también puede ser considerada una operación intelectual). Los hechos ocurren en el espacio, de manera diferencial en su extensión, y diversa también a lo largo del tiempo. La descripción geográfica tradicional asume esto al describir las características del espacio en sí mismas, tanto cuando se orienta a la descripción sistemática de las regularidades, como a la descripción de corte regional, privilegiando las particularidades.

El espacio también fue considerado como una categoría del pensamiento, al igual que el tiempo, que son previas e indispensables para la experiencia humana. Kant los considera categorías a priori, ya que no hay experiencia humana al margen del espacio ni del tiempo. Este tipo de concepción del espacio ha sido privilegiado por las perspectivas idealistas, que han puesto énfasis en las condiciones humanas para conocer y en el modo en que estas influyen en el mismo (Ortega Valcárcel, 2004). Por ejemplo, cabe recordar el énfasis en la percepción sensible o empática que la geografía regional coloca en el acto de conocer, oponiéndose a la neta distinción entre objeto y sujeto del positivismo.

Estas concepciones de espacio han dificultado la elaboración de conceptualizaciones y marcos teóricos relativos al espacio geográfico. Pero no han impedido que el conocimiento alcanzado sobre el mismo fuese socialmente útil, como lo muestran los resultados de las expediciones geográficas o también, y de manera paradigmática, las representaciones cartográficas con su clara utilidad práctica. Ortega Valcárcel señala esto con gran claridad, por lo que conviene reproducir aquí sus palabras:

De forma espontánea, la noción de espacio y el conjunto de referencias espaciales, han permitido la constitución de un saber social que de modo práctico y de modo teórico o reflexivo, han facilitado el desarrollo social. Es lo que habitualmente se llama geografía, aunque no sobrepasa el carácter de saberes no rigurosos ni teoréticos, y de saberes de la experiencia social. Son patrimonio de cualquier sociedad, sea cual sea su grado de desarrollo, aunque presenten un grado diferente de elaboración y sofisticación. (Ortega Valcárcel, 2004: 32, destacado nuestro)

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