Tradicionalmente la enseñanza de las ciencias se basa en formas de pedagogía declarativa, cuya actividad principal es la transmisión unidireccional del conocimiento por parte de una autoridad incuestionable: el profesor o el libro. Los alumnos adoptan una actitud pasiva y, generalmente, aprenden por repetición y memorización de la nueva información.
Estos enfoques promueven, por lo común, una visión del conocimiento que le asigna un carácter dogmático –pues no se discute la autoridad de la ciencia– y definitivo, pues no se habla de lo que se ignora. Dado que se centran sólo en cuestiones conceptuales y no hacen mayormente mención al proceso de construcción del conocimiento, presentan una clara separación entre teoría y práctica. La ciencia, en esta visión, avanza de manera lineal y es concebida como un corpus aditivo, que crece porque se suman nuevos conocimientos al cúmulo de lo que ya se sabe. Es habitual que los textos transmitan esta concepción, ya que están llenos de datos e información que los alumnos deben memorizar, pero no suelen mostrar de forma explícita las conexiones entre conceptos.
Estos modelos tradicionales, también llamados de transmisión-recepción se basan en ciertos supuestos epistemológicos:
Si bien esta concepción es la más utilizada, se sabe que los métodos de enseñanza que resultan de ella no son muy eficaces para promover un aprendizaje conceptual. Uno de los grandes problemas de los enfoques tradicionales es que suelen inclinar hacia un aprendizaje memorístico que no favorece la comprensión.
Las concepciones tradicionales de educación respondieron a las necesidades de la sociedad que modeló y fue modelada por la revolución industrial. Por lo tanto, resultan obsoletas en la actualidad, ya que no satisfacen los requerimientos de una sociedad científico-tecnológica.
La crítica fundamental que merece la enseñanza por transmisión es que se basa en supuestos equivocados ya que:
Al mismo tiempo, conviene recalcar, en virtud de estas y otras críticas realizadas a la enseñanza por transmisión, que no se puede descalificar todas las prácticas educativas tradicionales. La transmisión directa de conocimientos tiene sus beneficios y puede resultar muy útil en ciertas circunstancias, sobre todo si es usada con inteligencia y en combinación con otros enfoques, al tiempo que se tiene conciencia de los peligros señalados.