Roger Chartier sostiene, en una observación que recuerda a la que hiciera alguna vez el filósofo alemán Walter Benjamin, que de ningún modo puede decirse que las técnicas de reproducción sean, por su misma naturaleza, buenas o perversas. Todo depende del uso que se les da. En efecto, somos testigos de las ventajas que nos ofrece internet y los recursos a los que podemos acceder, también en el campo de la enseñanza y la producción de literatura.
Sólo por dar un ejemplo, nunca antes los jóvenes poetas encontraron las puertas de la publicación y difusión de su escritura tan abiertas como ahora. Los modos de publicar y divulgar literatura nunca fueron tan accesibles y económicos. A su vez, la velocidad con la que podemos escribir, reescribir y editar nuestros textos es hoy considerablemente más rápida que antes de la invención de las computadoras, aun cuando muchos prefieran todavía la escritura a mano. Nuestros alumnos tienen, gracias a internet, destrezas y habilidades (también vinculadas a la escritura, consulta y producción de textos) que sorprenden con frecuencia a quienes enseñamos desde un paradigma en todo diferente al que se inscriben estas prácticas.
Acaso no se trate entonces de restituir –a veces a contrapelo de nuestros propios deseos– técnicas y valores desgastados por el tiempo, sino de ensayar modos originales de complementar aquello que, creemos, debe “salvarse” en el torbellino que producen las nuevas tecnologías con las facilidades que nos ofrece un medio todavía no explorado del todo por la mayoría de sus usuarios.