Por su misma naturaleza, exclusivamente verbal, la escritura literaria es una de las artes que menos se ha modificado con el desarrollo de las nuevas tecnologías (más allá de que se hayan modificado algunos hábitos de escritura y de lectura, por ejemplo, a partir de la edición virtual de los textos), a diferencia de lo que ha ocurrido con artes como el cine, la fotografía, la pintura, la escultura o la música.
Sin embargo, el imaginario tecnológico ha sido objeto de interés para la literatura, al punto de haberse desarrollado un género específico: la ciencia-ficción. De esta manera, ya en 1865 Jules Verne publicó De la tierra a la luna, novela en la que conjeturó, desde una perspectiva positivista, el uso de la ciencia en beneficio de la humanidad. Distinta es la visión de H.G. Wells con La máquina del tiempo (1895) o La guerra de los mundos (1898), donde aparece una visión pesimista, la llamada utopía negativa, acerca de la relación entre tecnología, desarrollo científico y el futuro del hombre.
Más adelante, el siglo XX brindó a ese género un escenario por momentos práctico, con el desarrollo científico al servicio del confort humano, pero en general apocalíptico respecto del futuro del hombre sobre la Tierra. Como afirma J. G. Ballard en la introducción a su novela Crash (1973): “El matrimonio de la razón y la pesadilla que dominó el siglo XX ha engendrado un mundo cada vez más ambiguo”.
En esa dirección, en este módulo se describen las principales líneas de la ciencia-ficción en la Argentina y en la literatura extranjera, se señalan sus características y se ofrecen referencias que permitan ir construyendo un canon del género. También se establecen conexiones entre obras literarias y otros discursos, en particular de la ciencia y el cine.