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Producción y comprensión de textos

La pregunta acerca de cómo producimos y comprendemos textos o discursos es un tópico central de la psicología cognitiva: evidentemente para ambos procesos construimos en forma activa distinto tipo de representaciones cognitivas (es decir, rasgos, significados, conjuntos estructurados de elementos). La finalidad de la empresa cognitiva es construir teorías que sean capaces de explicar cómo las personas construyen y emplean las representaciones cognitivas. Tales teorías son necesariamente complejas, dado que los textos y los discursos involucran varios niveles y componentes; además, las teorías de la comprensión y la producción del discurso deben enmarcarse en teorías generales de la cognición. Las primeras teorías cognitivas del discurso estuvieron inspiradas por las teorías del discurso de otras disciplinas: la lingüística del texto (Van Dijk, 1972, 1977; Halliday y Hasan 1976), la inteligencia artificial (Schank y Abelson, 1977) y también la pragmática (Grice, 1975). Si bien algunos aportes resultaron válidos en varios experimentos psicológicos, otros se revelaron como ineficaces o irrelevantes. Un enfoque para la representación semántica del texto que ha sido el fundamento de distintas teorías cognitivas sobre la producción y la comprensión es el proposicional (Clark y Clark, 1977; Kintsch 1974): una proposición es una unidad teórica que contiene un predicado (por ejemplo, un verbo, un adjetivo) y un conjunto de argumentos asociados (sustantivos, cláusulas); estos argumentos desempeñan además determinados papeles semánticos (agente, paciente, locación, etc.). Según este enfoque, los textos pueden segmentarse en proposiciones, en tanto son consideradas unidades funcionales principales. Distintos investigadores realizaron experimentos para poner a prueba la plausibilidad psicológica de las representaciones proposicionales, confirmando el papel relevante de las mismas en la memoria, la dificultad del procesamiento (por ejemplo, medido en tiempo de lectura), etc.

Para responder a la pregunta acerca de cómo se interrelacionan las proposiciones (y las representaciones proposicionales) de manera coherente, Kintsch y Van Dijk desarrollaron sucesivos modelos que identifican tipos de coherencia y que especifican cómo se construyen estructuras textuales coherentes en una memoria de trabajo limitada (Kintsch y Van Dijk, 1978; Van Dijk y Kintsch 1983). Distinguieron dos niveles de coherencia:

  1. la microestructura textual es el nivel que conecta proposiciones textuales explícitas mediante relaciones entre argumentos o conexiones conceptuales como temporalidad o causalidad. Tales conexiones locales se establecen además mediante distinto tipo de relaciones funcionales como contraste, comparación, ejemplificación, explicación, etc.;
  2. la macroestructura textual es el nivel que vincula segmentos más amplios del texto en virtud del conocimiento de mundo y los esquemas genéricos, como los guiones (también scripts), el conocimiento mismo del género, la distribución informativa y los esquemas de textualización (narrativo, expositivo, argumentativo).

En una primera etapa los modelos cognitivos del discurso pusieron mucha atención en las propiedades del texto explícito; sin embargo, ya en la década del 80 las críticas a tal actitud eran sostenidas, de ahí que las investigaciones fueron paulatinamente dando mayor importancia al lector (o intérprete) y a las restricciones de la cognición en general. La comprensión se concibió como un proceso de construcción activo, flexible y estratégico (Van Dijk y Kintsch, 1983; Graesser, 1981). El desarrollo de los estudios cognitivos del discurso ha sido enorme en estos últimos 25 años; es realmente imposible pasar revista a todas las direcciones y teorías, por lo cual nos limitamos aquí a señalar y describir muy someramente las perspectivas más salientes en la comprensión del discurso.

Existen modelos computacionales que simulan los mecanismos cognitivos en la computadora, y modelos matemáticos que cuantifican patrones precisos de los tiempos de procesamiento, establecen puntajes de memoria y otros datos psicológicos: se trata de esfuerzos de modelización útiles aunque todavía estemos muy lejos de especificar cómo se realiza realmente la comprensión (o la producción) por parte del ser humano.

Los modelos actuales han sido influidos por dos teorías cognitivas principales: las teorías simbólicas y las teorías conexionistas. Las teorías simbólicas suponen que existe una memoria de trabajo y un conjunto amplio de conceptos, proposiciones esquemas y varios miles de reglas de producción: las reglas de producción tienen un formato si-entonces; cuando se dan las condiciones necesarias, la producción se activa y la acción o secuencia de acciones se realiza. La información en la memoria de trabajo varía a lo largo del tiempo, de ciclo de comprensión en ciclo de comprensión, dado que el sistema aprende de estos cambios dinámicos. El proceso de aprender puede crear nuevos hechos y reglas de producción en la memoria a largo plazo.

En las teorías conexionistas (por ejemplo McClelland y Rumelhart, 1986), en cambio, las representaciones y los procesos están distribuidos en un conjunto amplio de unidades neuronales (simples): así, la actividad inteligente surge de una masa grande e interconectada de unidades neuronales simples. Las unidades se conectan por vínculos, que pueden ser excitatorios (positivos), inhibitorios (negativos) o neutros, y que forman redes neuronales.

Así el significado se distribuye a través de toda la red: la representación de significado consiste en la activación de los valores correspondientes a las unidades que captan el contexto y la entrada (el input); esta idea contrasta nítidamente con la posición simbólica, según la cual el significado se localiza en una expresión simbólica o en un grupo de expresiones simbólicas. Según la mayoría de los autores, los dos modelos más influyentes de la actualidad son el modelo de construcción-integración –CI- (Kintsch 1988) y el modelo de sistema de producción colaborativo basado en la activación (Just y Carpenter, 1992); ambos modelos pueden describirse como híbridos de teorías simbólicas y conexionistas.

Daremos aquí sólo unos detalles del primero. El modelo de CI establece tres niveles de representación: forma de superficie (las palabras exactas y sintaxis de las oraciones), la base textual proposicional (conexiones microestructurales entre proposiciones) y el modelo situacional referencial (que integra la información del texto con el conocimiento de mundo del lector y así hace referencia al mundo único del texto particular). El modelo es híbrido puesto que combina expresiones simbólicas (palabras contenido –verbos, sustantivos, adjetivos-, proposiciones textuales explícitas y conocimiento de mundo relevante al texto) y vínculos conexionistas, que se especifican de acuerdo con las restricciones de la forma de superficie, la base del texto y el conocimiento de mundo. El modelo de CI simula la fluctuación dinámica de los valores de activación de las unidades en la red: los valores cambian a medida que avanza la comprensión, palabra por palabra, proposición por proposición y oración por oración.

En cada ciclo de comprensión las palabras activan algunas unidades y esa activación se difunde a través de la red hasta que eventualmente se estabiliza; este proceso es recurrente. Por lo tanto el valor de activación de cada unidad puede verse como una función de la secuencia de ciclos de comprensión. La fase de integración del modelo consiste en el asentamiento de valores de activación en un patrón estable: por ejemplo, las unidades que tienen vínculos de conexión positivos con muchas otras unidades se asientan en valores altos de activación y, por el contrario, aquellas unidades que estén separadas de las otras tienen valores de activación bajos.

Así el modelo CI es capaz de predecir patrones de datos con experimentos psicológicos: por ejemplo, cuando se les pide a los lectores que recuerden un texto con posterioridad a su lectura, es claro que la posibilidad de recuerdo de las distintas proposiciones es disímil. Las posibilidades de recuerdo están correlacionadas con valores de activación promedio en los ciclos de comprensión.