Generalmente, se detiene en las variaciones lingüísticas dentro de la misma lengua que están determinadas por parámetros geográficos o históricos. En el caso particular de la América hispana, la dialectología nace con la reflexión acerca de las particularidades del español americano frente al peninsular (cfr. los artículos de la Biblioteca de Dialectología fundada por Amado Alonso en la década del 30 y otros trabajos clásicos como los de Berta Vidal de Battini 1964, Pedro Henríquez Ureña 1977, Juan Miguel Lope Blanch 1968, Ángel Rosenblat 1970). Dada la dificultad de dar cuenta del español americano como unidad, más tarde se comenzó a diferenciar el español de una gran región, de un país o de una ciudad (cfr., por ejemplo, el proyecto de diversos atlas lingüísticos para los países hispanoamericanos, que en nuestro país dirigió Ofelia Kovacci, o el habla culta de Buenos Aires, y sus correspondientes análogos mexicanos, Lope Blanch 1977, 1991, y venezolano, Bentivoglio & Sedano 1987). A menudo la variación en el español está provocada por el contacto con otras lenguas, principalmente indígenas, como muestran los trabajos de Rodolfo Cerrón-Palomino para el quechua y el español de Perú (1987, 2003). Otra línea importante que acerca la dialectología a la filología clásica es su vertiente diacrónica; una representante de esa tendencia en nuestro país es María Beatriz Fontanella de Weinberg, con sus trabajos sobre el desarrollo del español argentino y bonaerense (1986a y b). La dialectología indaga en las particularidades fonológicas, morfológicas, léxicas o sintácticas que puedan presentar las variedades estudiadas con respecto a la variedad considerada como lengua estándar. A menudo esas particularidades son denominadas “-ismos” (i.e., americanismos, indigenismos, argentinismos); se habla, así, de argentinismos léxicos o sintácticos.