Los primeros trabajos sobre cortesía en el marco de la lingüística fueron realizados por Robin Lakoff (1973), Brown y Levinson (1978) y Geoffrey Leech 1980). Lakoff propuso dos reglas pragmáticas para los intercambios: “sea claro” y “sea cortés”; esta última prescribe que el hablante debe evitar o atenuar posibles tensiones en las interacciones. La regla de la cortesía es desplegada además en subreglas de cortesía: “no se imponga”, “ofrezca opciones” y “refuerce los lazos de camaradería”.
El Principio de la Cortesía (PC) fue elaborado y formalizado en detalle por Geoffrey Leech (1983): es concebido como un complemento necesario del Principio de Cooperación de Grice, puesto que justamente salvaría diferentes críticas de que este había sido objeto (por ejemplo, que las máximas comunicativas no son universales, puesto que hay comunidades lingüísticas en las que no son válidas). Uno de los fines fundamentales de lo que Leech denomina sociopragmática es determinar cómo las distintas comunidades operan de diferente modo con las máximas (por ejemplo, cuando la cortesía tiene un valor superior que las máximas de cualidad o relación).
El PC significa que las personas prefieren expresar sus creencias de manera cortés y que evitan hacerlo de manera descortés (así, para formular un pedido, en español se prefiere la pregunta a la instrucción: ¿me darías una mano? es más cortés que dame una mano; para formular una acusación cuando no se está seguro el padre le dice al hijo “alguien se terminó el helado”, lo cual mantiene a salvo la imagen del interpelado, en caso de no haberlo hecho). Para Leech, la cortesía puede entenderse a partir de la relación costo/beneficio: cuanto mayor es el costo y menor el beneficio para el destinatario, más riesgo de realizar un acto descortés. Leech distingue entre la cortesía absoluta y la relativa y dedica mayor atención a la primera, que estudia en términos de escalas, con polos positivos y negativos. Algunos actos ilocucionarios son en sí descorteses, como recriminar, atacar, amenazar, y otros corteses, como felicitar, agradecer, alabar, etc. Actos de habla como informar, narrar, sostener son indiferentes a la cortesía mientras que preguntar, solicitar, pedir son potencialmente conflictivos para la cortesía.
La cortesía negativa consiste en minimizar la descortesía de las ilocuciones descorteses, y la positiva en maximizar la cortesía de las ilocuciones corteses. La cortesía relativa es aquella que se explica en términos de una norma de comportamiento cultural o lingüística que, para determinado contexto, es vista como típica. Así, en uno de los campos en que se estudia más la cortesía es en la comunicación intercultural, dado que es sin dudas un territorio especialmente crítico; desconocer las convenciones socioculturales que explican los mecanismos de cortesía puede llevar a malentendidos y conflictos indeseados.
Es conocido que el inglés (británico, especialmente) prefiere realizar los actos directivos –pedidos- de manera indirecta, lo cual puede hacer pensar a un hablante no nativo de inglés que los británicos son excesivamente corteses e incluso falsos; este tipo de desconocimiento de las reglas de cortesía puede tener consecuencias aún más desagradables: por ejemplo, en la comunidad coreana, en situaciones en que alguien es invitado a comer, es una norma de buena educación rechazar al menos dos veces el ofrecimiento de un plato; sólo puede aceptarse luego del tercer ofrecimiento.
Otro caso conocido: el uso de formas de tratamiento de segunda persona en japonés está sujeto a rígidas convenciones sociales, que incluyen incluso una realización distinta entre hombres y mujeres y también entre grupos etarios. Sin embargo, también se han planteado críticas agudas a estos estudios, en el sentido de que no habrían prestado bastante atención al cotexto lingüístico e incluso que no habrían tomado suficientemente en cuenta factores sociales e institucionales (Geoffrey Leech y Jenny Thomas, 1990).
En el ámbito de la lingüística de habla hispana hay varios grupos que trabajan distintos aspectos de la cortesía, la descortesía y también la “anticortesía” (por ejemplo, Klaus Zimmermann, 2005) en interacciones familiares e institucionales: el grupo Valesco de la Universidad de Valencia , el grupo EDICE (Estudios del Discurso de Cortesía en Español), de la Universidad de Estocolmo, el proyecto ECLAR (Grupo interinstitucional dedicado al análisis del español de Chile y Argentina, Universidad Nacional de La Plata y Pontificia Universidad Católica de Chile), entre otros. Trabajos detallados sobre la cortesía en español pueden encontrarse en Diana Bravo y Antonio Briz (2004), Diana Bravo (2005) y el libro de Susana Gallardo (2004).