La escuela francesa de análisis del discurso surgió en la coyuntura intelectual de los años 60, bajo la égida del estructuralismo, y se articuló alrededor de una reflexión sobre la escritura, en la que confluyeron la lingüística, el marxismo y el psicoanálisis (Dominique Maingueneau, 1987). La tradición en la que se enmarca esta escuela es aquella que asocia la reflexión sobre los textos y la historia: en cierto sentido, esta escuela vino a ocupar el lugar vacante dejado por la vieja filología, pero con unos presupuestos teóricos y metodológicos completamente distintos. El análisis del discurso en Francia, a partir de los años 60, es un oficio de lingüistas, historiadores y de algunos psicólogos; las referencias a problemáticas filosóficas y políticas conformó la base transdisciplinar de una reflexión sostenida sobre la construcción de un enfoque discursivo para los procesos ideológicos (Michel Pêcheux, 1984). La escuela francesa de análisis del discurso se fundamenta en los conceptos y los métodos de la lingüística; sin embargo, para individualizarla frente a otras orientaciones de los estudios sobre el discurso, es preciso añadir que esta escuela presta una atención especial a textos producidos en el marco de instituciones que constriñen fuertemente la enunciación, en los cuales se entrecruzan aspectos históricos, sociales, políticos y que delimitan un espacio propio al interior de un interdiscurso dado. Los objetos propios del análisis del discurso de la escuela francesa se corresponden con el concepto de formaciones discursivas, elaborado especialmente por Michel Foucault (1969), en el sentido de “un conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo y el espacio, que han definido una época dada, y por un aire social, económico, geográfico o lingüístico que han originado las condiciones de ejercicio de la función enunciativa” (ibídem). Desde esta perspectiva, el analista no selecciona un corpus porque haya sido producido por un individuo dado, sino porque su enunciación es el correlato de cierta posición sociohistórica, cuyos enunciadores son así enteramente sustituibles. Esta escuela sostiene así una relación privilegiada con la historia, los textos de archivo, la sociología: de allí que la atención se concentre en los textos escritos, a diferencia de otros enfoques sobre el discurso, más influidos por la sociolingüística y el interaccionismo. Dominique Maingueneau distingue el análisis del discurso “de primera generación”, de finales de los años 60 y principios de los 70, en los que esencialmente se buscaba poner en evidencia las particularidades de las formaciones discursivas (el discurso comunista, socialista, etc.), considerados como espacios relativamente autárquicos que se estudiaban a partir de su vocabulario, y el análisis del discurso de “segunda generación”, ligado a las teorías enunciativas. Los tópicos en que se destacan los estudios de esta escuela son el mecanismo de la enunciación, la heterogeneidad enunciativa y la polifonía, la paráfrasis y la reformulación, los géneros discursivos, la presuposición, los conectores de argumentación y el análisis léxico del discurso. Algunos autores de referencia actuales son Jacqueline Authier-Revuz, Jean Paul Bronckart, Patrick Charaudeaux, Michel Charolles, Bernard Combettes, Oswald Ducrot, Catherine Kerbrat-Orecchioni, Dominique Maingueneau, entre muchos otros. Debido a la importante difusión que ha tenido esta escuela en el ámbito hispanohablante, existen buenas traducciones de obras introductorias de referencia, como por ejemplo, D. Maingueneau (1980) y Kerbrat-Orecchioni (1986), así como del Diccionario de Análisis del Discurso de Dominique Maingueneau y Patrik Charadeux (2002).