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Las estrategias espaciales de las grandes empresas: el ejemplo de las cadenas de supermercados

Las grandes cadenas de supermercados, al igual que las empresas vinculadas con la producción de manufacturas, despliegan, entre otras, estrategias espaciales que se orientan a la maximización de sus ganancias. En el caso de estas cadenas, una de estas estrategias consiste en la apertura de nuevas sucursales en distintos puntos del territorio; en muchos casos, se localizan en áreas periféricas de las ciudades, en puntos de intersección de vías de comunicación, o en superficies que por diversos motivos han quedado vacantes dentro de las áreas urbanas (por ejemplo antiguas plantas industriales). En todos los casos, procuran localizarse en puntos de máxima accesibilidad y menor costo del suelo, dadas sus necesidades de grandes superficies.

La instalación de estas sucursales ha recibido críticas diversas, vinculadas con la competencia que entablan con el comercio minorista tradicional de los lugares donde se instalan. Normalmente, estos pequeños comercios no pueden competir con los precios más bajos que las cadenas consiguen tener, y acaban desapareciendo. Se produce con esto una consecuencia que contradice uno de los argumentos que justifican su instalación, como es la creación de puestos de trabajo.

Por otra parte, estas cadenas establecen también estrategias de internacionalización, es decir, apertura de sucursales en otros países diferentes del de origen, con características y consecuencias similares a las señaladas arriba. Diversas voces critican además que su instalación conlleva procesos de homogeneización cultural a través de las pautas de consumo (productos y modalidades), además de las consecuencias económicas vinculadas con la inversión extranjera.

La posibilidad de vender siempre a precios más bajos se relaciona, por una parte, con formas de gestión de la actividad que aprovechan las economías de escala que sus grandes volúmenes de mercadería vendida permiten. También cuentan los bajos salarios que normalmente pagan a sus trabajadores. Pero más aún, cuenta la formación de redes de firmas proveedoras que proveen productos a bajo precio. Muchos de estos productos provienen de países pobres, en los cuales su manufactura se lleva a cabo en pésimas condiciones laborales; esto es, los precios bajos ocultan en ocasiones trabajo infantil o semiesclavo, y en general salarios bajos, aun en los contextos de las economías de estos países más pobres. Dado que las grandes cadenas de venta no tienen relación directa con estas empresas proveedoras (esto es, no son sus filiales sino empresas independientes), los vínculos que se establecen entre esta gran red suelen desdibujarse y no son fáciles de percibir.